Esta indagación describe de forma general al Blues no sólo como género musical folklórico cuyo contenido cultural ha facilitado procesos de supervivencia emocional para grupos sociales disímiles, sino como elemento psicosocial que ha funcionado como fuerza solícita de potenciación de singularidades, como espacio de nucleación contracultural, como lugar de resistencia ethopolítica y como zona de construcción de subjetividades en tensión sucesivamente dinámica con el contexto social donde se produce.
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